For the past two years, every November, I develop my own challenge that consist of writing and illustrating a short story from a particular word. "A short story everyday" is a way of combining two passions and also to keep practicing these disciplines. This is the result of this year's challenge.

Desde hace dos años, cada noviembre, hago mi propio desafío que consiste en escribir un microrrelato e ilustrarlo a partir de una palabra. "Un microrrelato por día" intenta ser una manera de combinar dos pasiones y también de poder mantener una práctica. Este fue el resultado de este año. 
Melancolía
Leo un rato tirada en el sillón. La incertidumbre cálida me invade el pecho. El atardecer se hace notar desde la ventana. Me saluda. Respiro profundo. Pienso en todas las cosas que no siento desde hace mucho tiempo. Construyo escenarios oníricos para no extrañarlas. Y cierro los ojos. Me duermo. Lo hago mientras el té de canela me mira con cara de abandono. Afuera, las estrellas se prenden sobre la oscuridad y algunos recuerdos caen fugaces. 
Barato
Las letras de tiza informan las ofertas efímeras del día. En la vereda, se forma una cola larga como manguera de jardín. De la punta no sale agua. Solo billetes que compran frutas y verduras. El sol repiquetea en las cabezas. No es normal esta temperatura. Las gotas de transpiración me hacen cosquillas en la frente. Estoy aburrida. Miro el movimiento dentro del local. Van y vienen. En el mostrador está prendida una tele. Un político zarandea las manos y habla en una cumbre del clima. No escucho lo que dice. Lo sé por el título de la imagen. Delante mío hay un pibe. Me llama la atención su cuello. Se ven dos colores de piel. Una impresión desfasada de marrón sobre blanco. De pronto, una abeja se posa en la nuca y perrea sin música. El pibe se toca. La abeja se siente amenazada y se suicida. Una contribución más al calentamiento global. La nuca del pibe se hincha. Se hace tricolor. Sale corriendo aterrorizado. Y me deja el lugar en la cola. No veo a la abeja por ningún lado para agradecerle. Espero un rato más. Finalmente, es mi turno. Hola, ¿qué va a llevar? Hola, ¿cómo va? Dos kilos de manzana por favor. No, se acaban de llevar casi todo, me quedan esas cuatro. Miro las manzanas con desilusión. Y a la abeja que ya no perrea. Su cuerpo descansa en la cima de la fruta poco apetecible. Pienso que, en esta cola, al final no ganó nadie. 
Pistacho
Sale a caminar como si la vida fuera simple. Se pone los auriculares para abstraerse de los problemas que viene guardando en su sombra. El negocio de plantas de la otra cuadra está abierto. Mira el catálogo de la vendedora. Una suculenta rosada se hace la linda desde su maceta mediocre. El tupé. Más adelante, se encuentra con un terreno baldío al que le pusieron un cartel que dice "huerta". Se asoma de curioso y solo ve un bosque salvaje. Un loro de cabeza negra jetonea algo incomprensible en lo alto del plátano. Por las dudas, él deja de mirar y apura la marcha. De pronto, desafío. Una rayuela lo invita a jugar. Dale, vos podes llegar al cielo. Se pone en modo flamenco y empieza a saltar. A la mitad del recorrido se cansa y decide quedarse en la tierra. Algún día tocará las nubes. Sigue su marcha y más adelante escucha carcajadas. Vienen de la vereda de enfrente. Un gato se ríe y cuchichea con el zorzal mientras se comen un helado color verde. Deben estar locos para que les guste eso. Piensa mientras sigue caminando al ritmo de una balada con pico de glucosa.
Cansancio
Doy vueltas en la cama como si estuviera en una clase de gimnasia. Un gato grita barbaridades desde algún techo vecino. Duermo con los ojos abiertos. El monstruo de la ropa se ríe de mí. La sabana me ahorca los pensamientos. Algunas sombras cuentan historias que jamás ocurrieron en el techo de mi habitación. Y la luna avisa que está yendo hacia el oeste. Buen viaje, nos vemos mañana. Me despierto con los ojos cerrados. Busco un motivo para soñar de nuevo. O tal vez estoy en una realidad onírica de la que no puedo escapar.
Salida
Siento la ansiedad serpiente subiendo por mi pierna. Llega a mi estómago y se queda para armar un nido. Todo lo que antes me parecía una pavada, ahora es una montaña por escalar. Respiro e intento obligarme. Vos podes. Sí, vas a salir. Y no. No lo hago. Me acurruco en mi burbuja emocional e imagino muchas cosas. Construyo mundos posibles. Sabores, colores y sensaciones. Pienso en las cosas buenas que pueden pasar. Que pueden pasar si tan solo. Si tan solo abro esa puerta y doy el primer paso. El primer paso afuera de mí.
Esponja
Intento limpiar mi cabeza. Miro, escucho, siento. Absorbo. 
Un benteveo tiene un bicho en su pico. Lo golpea contra alguna rama unas cuantas veces. Siento como el exoesqueleto del insecto se parte con crueldad. Justo en ese momento, los árboles de la esquina hacen palmas. ¿Estarán arengando al pájaro? En el cielo, las nubes murmuran secretos del sol, mientras viajan a velocidad crucero. Los perros escondidos les ladran en tono dramático. Las manchas del edificio de al lado parecen pelotazos de un gigante. Un pajarito amarillo me mira por unos segundos y se esconde en el cipres mullido. Las tejas de la casa de abajo tienen tantos hongos que parecen deprimidas. Comparo el vuelo errático de las golondrinas con mis pensamientos virus.
Absorbo mi entorno. Absorbo más. Hasta que es necesario abrazarme fuerte para que salgan estas palabras.

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